Onomatopeya 08
¿Qué es lo que te detiene? ¿Hay
alguien que te quiere? ¡Qué feo sonó ese
no! ¿Dónde estás ahora? Quieras o no, siempre llega el momento de estar solo.
¡Disfrutalo! Cuánto más patético más chistoso. Tan feo que parece hermoso. No
tengas miedo, nadie se preocupa por vos. Perdete, buscate, encontrate. ¿De
dónde te escapás sin realidad que te maltrate? ¿Adónde vas sin sueños que te
impregnen, sin líneas que sangren, sin muertes que salven? Tu vida ordinaria
empieza a molestarte. Das vueltas. Ni siquiera el volumen más alto de tu radio
puede evitarlo. ¿Y cómo encontrarse sin escaparse de uno primero? Te llaman,
golpes de baterías que tocan tu puerta y te invitan al otro mundo. El problema
no es escaparse de uno mismo, el problema es encontrarse. ¡Qué difícil! Cuánto
más difícil, más atractivo. El problema es descubrir en la raíz de tus
imperfecciones la bala que hace explotar tu cuerpo. Es la impotencia
transparente que te cubre al darte cuanta que ninguno de tus sueños es tan
fuerte como para aferrarte. Es vivir sintiendo, violento, injusto, honesto,
rompiendo espejos. Con todas las expresiones que no dejan de guiar tu cerebro,
y descubrir la formula mágica que te permite dar cuenta que sos vos quién tiene
que utilizar la imaginación y que no es ella quién tiene que usarte a vos. Es
perderse en uno, más profundo, más abierto, más extinto, más excitable, más
irascible, más rojo el punto final. Tus energías empiezan a fluir y hay algo
que sangra.
Tus dedos son espadas, pueden hacer que tu cuerpo sangre. No
necesitas de otra herramienta. ¿Qué hiciste para merecerlo? ¿A quién le
pertenece? ¿Qué lo que te permite afirmar que es tuyo, y no de quién se quede
con todo lo que hiciste alguna vez? ¡Es tuyo! Vivilo, sentilo, comelo. Tocalo,
explotalo, escupilo. Vibralo, desgarralo, arañalo. Te pertenece mientras hagas
con él cosas que te conecten a vos mismo. Quemate, al principio duele, pero qué
lindo después. Pegate,
buscate, levantate. ¡Ahí están tus energías! Herite, cortate, pateate. Cuidate, golpeate,
analizate. Valete de vos mismo. Engordá, adelgaza, sé lo
que quieras ser. Sí, todos sabemos que es adictivo. Si las encontraste todavía,
no te deprimas. Comete un Mc’Royal con Queso, abrilo, ponele las papas adentro,
del lado de la salsa ponele mostaza, cerralo, abrilo del otro lado, ponele más
papas, del otro lado ponele salsa de tomate, devorate el kombo y vomitalo en el
baño. Sentite tuyo. Acarciá tu cuerpo. Descubirlo, estrujalo, derretilo.
Compralo, vendelo, usalo. Cuidalo, querelo, empapalo. Exploralo, sangralo,
besalo. Rompelo, sentilo, soñalo. Hacelo tuyo. Se hace placentero el dolor.
Cuánto más fuerte, mayor es la conexión que hay entre tu alma y vos. Entendé a
tu cuerpo como la única herramienta para conectarte. Entendelo como algo que sufre,
siente, sangra. Mata, quema, se rejuvenece. Entendelo como tu espejo frente a
los demás, y como el aire que sangra conectándose con la nada. ¿Quién dijo que
lo de afuera tiene que ser igual a lo de adentro? ¡Es tuyo! Rompelo, quebralo,
extinguilo. Volevlo a la realidad y descubrite. Sentite, quemate, vivite. Soñate,
desgarrate, explotate. Enconará todo lo
que termita sentirte bien con vos mismo. No confíes en otro sin confiar en vos.
Yo sé que siempre es más fácil contra otro, culpar a otro, descargarse en otro.
Es más fácil hacer sentir a otro lo que no podés sentir por vos mismo. Pero tu
cuerpo es tuyo. Tu vida es tuya, vivila como si de por sí, siempre lo hubiese
sido.
No te sientas culpable por la injusticia del nacimiento que no pediste.
Aunque no hayas hecho nada para conseguirla. Aunque nadie te haya preguntado si
la querías o no. Tu vida es tuya, hacé que valga tu pena. No bajes el volumen
porque le molesta al vecino. Poné los auriculares en tus oídos, y destruirlos
con el volumen que quieras escuchar. Inquieta como siempre, tu paz intenta
perderse entre el humo. Borbotando, gimiendo, pegando. Te levantás, volvés, te
escapás. Fumás, pateás, tachás. Arrugás, puteás, quemás. Destruís, conocés,
maltratás. Energía que desborda en tu figura celestial. Entonces te reís,
efervescentes carcajadas que desbordan,
hay alguien que cree conocerte y no sos vos. Amasando tu ciclotimia vencés al
espejo. Harto de todo lo que a tu alrededor parece normal, vacilás, vibrás, corrés,
escapás. Y te das cuenta que no sirve de
nada. Cuánto más cerca, más difícil de describir. Te ves así, de este lado de
la vida, como sos, como fuiste, como quisiste ser, como quise que seas y los
espejos se reproducen y no sirven de nada. ¿Para qué los querés si a pesar del
esfuerzo no ha quedado en ti ninguna marca? ¿De qué te sirve tanta ruptura si
no podés encontrarte? ¿Para qué tanto dolor si ni siquiera te animás a decir te
quiero? ¿Para qué si no encontrás un nuevo principio? ¿Para qué romper todos
los espejos, si no te atreves a disfrutar el placer que te produce romperlos?
Porque el dolor es el puente entre tu alma y tu cuerpo y de nada te sirve
cuando el camino es de ida y no de vuelta. Cuado la contracción de tus músculos
no te produce ninguna satisfacción. Si no sabes por dónde empezar, si no tenés
ningún camino a seguir. Has de econtrarlo buscándolo, como has de encontrarte
buscándote. La recompensa es una sola y no es lo llegaste a ser. La recompensa
se descubre cuando ves tus marcas y al mirar atrás, sentís intacto el dolor que
te pertenece. Cuando ante todo el mundo podés afirmar que tu cuerpo es tuyo
porque vos los destruiste. Cuado por fin pagaste, el único precio que vale la
pena pagar, el tuyo.